El plan espacial del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, fue finalmente aprobado por el Congreso norteamericano. El mismo reestablece algunos de los objetivos y misiones de la NASA.
Por un lado, se cancela el regreso a la Luna (programa que había sido implementado por la Administración precedente); mientras que se sitúan nuevos objetivos (un asteroide 2025 y Marte 2030).
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Este elemento representa un recorte drástico para el Centro Espacial Kennedy, dada la cancelación de proyectos como el Constellation y el Ares I, programas que se encontraban en marcha y para los cuales ya se había invertido más de 7 millones de euros.
El aspecto más controvertido del plan presentado por el presidente apunta a hacer de la NASA no un proveedor, sino un cliente, de servicios de lanzamiento de tripulación hacia la Estación Espacial Internacional.
Esta cuestión permite que cinco importantes firmas (Boeing, Blue Origin, Paragon Space Development, Sierra Nevada, y United Launch Alliance) trabajen en conjunto con la NASA en materia de desarrollo; lo cual significa un gasto de 50 millones de dólares, además de dejar que empresas sin la experiencia suficiente en materia espacial sean parte de proyectos de una agencia como la NASA. Hasta que las corporaciones en cuestión se encuentren capacitadas para dichas tareas, la NASA dependerá de Rusia para el transporte de sus trripulantes, con un costo aproximado de 50 millones de dólares por persona enviada al espacio. Se cuestiona que en los próximos años Estados Unidos siga a la vanguardia de la expansión espacial.
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