Espacio de revoluciones, guerras mundiales y luchas incesantes, la Europa desvastada que emergió de la II Guerra Mundial se ha constituido durante la contienda bipolar como el espacio de lucha, simplemente el campo de battalla, entre EEUU y la URSS, pero no como un polo de poder alternativo a las superpotencias capitalista y comunista.
Ahora bien, terminada la breve narración del rol que ha manifestado el viejo continente en la historia mundial, pasamos a lo que está sucediendo hoy en día: El desarrollo de las naciones de Asia demuestra que Europa ni siquiera se consolida como el escenario de poder (sea actor del mismo como hasta la II Guerra Mundial o como un simple espectador como en la Guerra Fría). Si bien determinados autores reafirman que la integración lograda a través de la Unión Europea ha permitido cierta “cooperación” como nuevo hábito entre los europeos, es notable que hayan perdido su primacía en el ranking de la tan llamada comunidad mundial. ¿Desplazados por quién? ¿Por Estados Unidos? Si, pero eso sucedió hace bastante tiempo... se puede decir que Estados Unidos quitó el protagonismo europeo a nivel internacional al erigirse como superpotencia dos veces vencedora, pero los Estados asiáticos le terminaron de quitar a Europa su relevancia como escenario de poder.
¿Y cuáles son las razones de este cambio radical para las Relaciones Internacionales? En principio, la ubicación geográfica de los Rising Powers permite ubicarlos en la zona delimitada como Asia-Pacífico: el resurgir de Estados como Rusia, China, India, Japón, hace que empecemos a apreciar el planisferio centrándonos desde otro punto diferente al que representa Europa.
Estas naciones cumplen un rol fundamental dentro del comercio y la economía internacional; ejemplo de ello es que China ya esté proyectando su divisa como moneda libremente convertible. El ingreso a pequeños mercados (o mercados de pequeños Estados) es clave para asegurarse mayor presencia mundial en otras regiones, como China al ser prestamista en América del Sur y en África.
En cuanto a la geografía de la zona en sí, la región es muy rica en elementos que cotizan alto en los mercados mundiales. La presencia de recursos energéticos como el petróleo y el gas suman a la fortaleza económica de las naciones asiáticas. A ello los Estados en cuestión agregan esfuerzos a otros tipos de desarrollo, como ser en materia nuclear, para destacarse como reales potencias.
Por otra parte, en cuanto a lo que hace al Poder duro propiamente dicho, el incremento de los gastos en materia de Defensa de Rusia, China e India permiten vislumbrar las ansias expansionistas y soberanas que poseen estos actores; tanto sea para ejercer mayor control sobre sus propios territorios (recordemos los problemas étnicos-nacionalistas con musulmanes chechenos, uigures, entre otros), sea para disuadir la presencia norteamericana en la región (como si fuera posible disuadir al Estado que invierte más de U$S 600.000 millones en Defensa). Siendo Rusia la segunda potencia –luego de EEUU- que tiene los mayores niveles de exportación de armas, y China e India los mayores importadores de armamento, es posible apreciar que realizan grandes inversiones para adquirir y mejorar sus sistemas de seguridad. La reactivación de la producción doméstica de armamento no solo les permite abastecimiento sino ser polos de abastecimiento para terceros países, como sucede entre Rusia y Venezuela, por ejemplo. Estas inversiones las realizan para enfatizar gran parte de sus elementos nacionales. De esta manera, se aseguran seguir emergiendo y así establecerse como polo de poder alternativo para, entre otras cosas, actuar como elemento de contrabalance al poderío –por ahora inalcanzable- del Tío Sam. El mundo multipolar ya es una realidad.
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